martes, 5 de febrero de 2019


NO ESTABAN MUERTOS…




















Llegamos con una ilusión algo exagerada al indoor de Sevilla. “Cómo corren esos coches” decía alguno, pero quizás no era para menos: no hacíamos algo parecido a una reunión de karting desde… ¿2013? Mejor no pensarlo demasiado. “¿Estos no eran eléctricos?” decía Pedrós, confundiéndose con aquella Comisión Evaluadora del indoor de Jerez de la Frontera, de la que formó parte en las navidades de 2010. Cappi y Miguel-R ya habían probado el circuito en modo lucha contra el crono y eran interrogados sobre los tiempos por los otros dos. “Treinta y tres, treinta y cuatro, por ahí” pero los que estaban en pista hacían treintaiunos y treintaidoses. Cuidado, que ya no éramos aquellos.

Empezaba la semana plomiza y sin expectativas, pero la celebración en Sevilla de los Premios Goya animó a Mato a coger un billete de AVE, para venirse junto con el resto de madrileños de la farándula, y esta vez lo avisó con tiempo para que cristalizara lo que siempre se proponía pero nunca se hacía. El dueño del Scatergoris propuso y el resto dispuso. El Kartman venía a Sevilla, pero tarde para apuntarse, así que fueron cuatro kafrianos, todo un éxito. ¿Reserva? Para qué, a la aventura. Mato se levantó de la siesta de pijama con heroica voluntad, recogió al maño y al camionero y se dirigieron al recinto, donde ya esperaba Cappi analizando la situación. “Venga, que aquí está ya media Alcalá y media Mairena”, pero no era para tanto: Nos daban una media hora para la primera sesión. Luego un descansito y a por el doblete.

Los que estaban en pista zumbaban tela, como ya he dicho, y casi que empezaba a preocuparnos un poquitín molestar. Sólo casi. Desde el palco, el maestro Cappi ya aleccionaba sobre las trazadas buenas y Mato memorizaba cada ínfimo detalle. Luego sacaron a la pista a un chaval sólo, que en su primera pasada por la horquilla acabó empotrado de frente contra el exterior de las protecciones, y en las siguientes casi lo mismo. Seguramente por eso no le pusieron compañía. Después, un grupo de nivel demasiado dispar, que jugaron a los coches de choque, y luego nuestro turno. Habíamos pensado que nos tocaría solos, y que nos agruparíamos y toda esa mierda, pero nos metieron unos cuantos compañeros, que pensábamos que serían de los que zumbaban. Miguel-R se hacía caquita y les decía a los otros tres: “Que pasen”. Luego resultó que no eran.

Salió primero el amarillo B, con la camiseta del equipo por debajo de la sudadera porque hacía frío, y esperó al grupo sin descuidar el calentamiento de los neumáticos. El amarillo A, luciendo más honrosamente la camiseta, llegó, pero los otros dos pavos no se sabe qué hacían. Finalmente, Cappi empezó a apretar y en hueco mal cerrado por Miguel-R se tocaron y hubo montonera. Agrupamiento por las malas. Miguel-R siguió primero, pero Cappi pasó a la cola. Aquel, para no correr sólo, siguió esperando compañía y hubo diversión, aunque difícil ya de saber con quién. Hubo un tortazo por detrás y activaron el limitador de los karts. Alguien aprovechó ese momento para pasar a cabeza, quizás Mato, pero ese no esperó a nadie. Y así seguimos. Una buena primera toma de contacto.

Les tocaba ahora a un grupo que nos llamó la atención por la cantidad de pilotos y por lo que tardaron en montarse. Preguntando nos enteramos de que era una carrera gratuita que organizan todos los viernes para los que hayan hecho los mejores tiempos ese día (o algo así, no me hagan mucho caso). Había sorteo de coches y por eso tardaron más. Hubo también vuelta de calentamiento y parrilla de salida. No dieron mal espectáculo, se notaba que era gente que controlaba.

Después de la primera sesión ya teníamos la moral más animada. Nos veíamos en la carrera gratuita de los viernes si hubiéramos querido. Para la segunda ronda otra vez nos pusieron compañía. No sé si serían los mismos de antes, pero hicieron bien de sparrings, poniendo ese puntito picante que da el encontrarse coches lentos o directamente cruzados en curvas ciegas. Miguel-R, que salía otra vez primero, se tomó más en serio lo de esperar, y se echó a un lado tras la primera vuelta. Pasaron Cappi y Mato como una exhalación, pasó Pedrós, y ahí se puso aquel a chupar rueda. Los otros dos, a hacer tiempos, y los compañeros desconocidos a estorbar lo justo. El Toro Rosso cerraba bien los huecos y había diversión. Por un momento tuvieron muy cerca a Cappi y parecía que habría trío, pero algo les hizo perder el contacto. El maestro amarillo también iba buscando su crono. Miguel-R buscaba el hueco imposible y a punto estuvo de encontrarlo un par de veces en unos arriesgados paralelos en las “zonas prohibidas”, pero sabía que su rival no eran de los que ceden y cedió él, como suele suceder. Más adelante, uno de los sparrings hizo estorbo y propició el cambio de posiciones. Ahora fue el del equipo rosa el que pisó los talones al amarillo y así hasta el final. Mientras tanto, Cappi se divirtió con lo que se fue encontrando y Mato, ¡cómo no!, tuvo que cambiar de coche por avería, le dieron uno muy bueno, y en las tres vueltas que le quedaban, marcó un tiempazo por debajo de 33. Estaba eufórico, no quería hablar de otra cosa.

Antes las carreras de karts nos daban una buena excusa para comer por ahí sin nuestras mujeres e incluso tomarnos, a la noche, unas copas. En estos tiempos en cambio, a Michael Knight le parece que serán las salidas nocturnas las que darán la excusa para una previa de karts, que es lo que fue esto del viernes. A la salida, un poco tarde ya y con hambre, sin tiempo para duchas ni zarandajas, directos se fueron al Centro todos menos Cappi, aún mucho Pappi, y finalizando la cena aparecieron el Sr. Javi Marcos, mucho señor pero nada kartiano, y el gran Pablo Kartman, deseoso de oír hablar de adelantamientos, trazadas y récords de vuelta. Mientras los famosos estaban en sus fiestas privadas, Mato tocaba el violín de oído y sentía algo y Pedrós disertaba sobre el Condominio. Hubo bloqueos, cinturas de avispa, rebecas cuyas cremalleras se resisten a bajar y gente simpática cuya edad media bajaba según avanzaba la noche. Un gay de aspecto vampírico fue atraído por el olor a hombre del piloto amarillo y trató de seducirlo hablándole despacito de títulos nobiliarios y de presentarle a Rosauro Varo. Tienen menos peligro los karts. El Toro Rosso se fue a la cuadra el primero, a pesar de la siesta, y quedaron cuatro. Los amigos de las cometas estaban que querían pero no podían y del azulON mejor no saber lo que estaba haciendo. Miguel-R se desabrochó otro botón, pero ya era tarde para remontar esta carrera. Se retiró a boxes y sólo quedaron los tres de la frente larga, uno de los cuales, no diré quién, le había dicho a Michael Knight a lo largo de la noche: “Si hay crónica, lloro”.

Llora, Tomás, porque no estaban muertos. Estaban de parranda.