domingo, 19 de septiembre de 2021

MACHACAR EL CRONO



Llevaba una semana trastornado, inquieto, más activo de lo habitual. Sensaciones olvidadas se habrían paso entre las telarañas de la rutina, se sacudían el óxido del abandono, qué digo, se encendían con los rescoldos de una Previa que no se había sabido reconocer como lo que era, hasta que, una semana después, al pasar como tantas otras veces junto al Circuito Indoor de Sevilla, asomaron la patita y le impulsaron a dar un metafórico volantazo para entrar en el templo de la velocidad a darse un desahogo. Michael Knight había vuelto.

Siete días antes, una convocatoria sólo para charlar un rato, no para ir a la pista, se había materializado en un emotivo re-encuentro de pilotos de núcleo duro. Abrieron la senda los amarillos al completo, Cappi y Miguel-R; se unió poco después Javi Marcos, el que nos ganaría a todos pero juró controlar su fuerza para no destruir el mundo; llegó luego el azulón Mato, directo desde Madrid al parking de Paseo Colón y sin pasar por chapa y pintura; y sacrificó un rato de valioso sueño el muy necesitado Pedrós, del mítico equipo rojo-antes-rosa. El gran Trikartman se quedó varado en Madrid muy a su pesar. Varias horas después, sobre las que sólo diré que por fin hubo cierta sensación de vuelta a la normalidad, cada cual volvió como pudo a su casilla de salida… pero no todos volvieron como habían salido.

Tímidamente se acercó al mostrador. Estaba vacío, pero había coches en pista, así que no había que alarmarse. Al momento apareció para atenderle una señorita muy joven, con unos ojos grandes y muy bonitos asomando por encima de la mascarilla. Caminando por el afilado borde que separa el glamour de la veteranía del ridículo de la vejez, el piloto mostró sus credenciales. Pero era inútil. El circuito había cambiado de manos en su ausencia, y ningún rastro quedaba de sus andanzas. Pasó de nuevo por el trámite del registro y se resignó a ser un anónimo más que no tiene otra cosa mejor que hacer un viernes por la tarde que montarse en un coche pequeñito para jugar a conducir rápido.

Otra vez le preguntarían si era la primera vez que se montaba en un kart, otra vez le dirían que si tenía algún problema en pista se quedara sentadito esperando la ayuda, otra vez todo el protocolo… para los nuevos. Al alien que llevaba toda la semana creciendo dentro de él le faltaba ya tiempo para salirse por el pecho, aferrarse al volante y machacar el crono hasta que el ácido de su sangre disolviera la máquina en un amasijo de cachitos de hierro y cromo. Me he pasado con la metáfora, pero da igual, sigo adelante: Tuvo que esperar que terminara el turno que estaba en pista, que era para verlos y echarse a llorar, y otro turno después en el que un chaval, corriendo en solitario, se marcó unos tiempos que vamos, efecto túnel sufriría cuando bajó de 39 segundos. “Record de la semana”, apareció en el panel. Michael Knight se frotaba los ojos, ¿le ponían a huevo destrozar por 5 segundos los mejores tiempos de la semana o era todo un espejismo? Al de la pista se le veía torpe, muy mejorable, así que parecía lo primero. Como un Jinete Pálido del karting, el extranjero desconocido en el que nadie repara al principio, impartiría la justicia del crono...

Le llamaron a pista y le asignaron el kart nº 4, el primero de la fila. Vió el bólido algo cambiado de los Sodikart que él recordaba, pero se montó sin contemplaciones. Vaya, casi no cabía, algo raro pasaba, pero p'alante. A la derecha, había otra fila con coches como los de siempre. Ya me podían haber dado uno de esos, pensaba… Oyó voces a su espalda, el operario le hacía señas, pero hasta que no se acercó del todo, no pudo entenderlo. Que no era en ese 4, sino en el otro 4, el de la fila de la derecha. La ostia, había un flamante Sodikart con el número 4 también el primero, pero en la otra fila. Se había subido en uno para juveniles o vete a saber. El forastero no empezaba con buen pie.

Ahora ya mucho mejor en un coche de su medida, le dieron salida y no se dio ni media vuelta para calentar los neumáticos, aunque sabe que en estas pistas hasta la quinta o sexta vuelta no están para partir la pana. Como un fanático, apretó todo lo que pudo desde el principio, arriesgando en cada frenada, en cada giro, y miraba el panel. Finalmente vio tiempos de 33 segundos. Vueltas y más vueltas. Le pareció ver un tiempo de 32 segundos, y siguió apretando. Le fallaron las fuerzas y un par de veces se empotró de costado en el exterior de la curva a izquierdas que hay tras la chicane, y en otra casi trompeó y acabó medio cruzado en la pista. Ya se le hacían muy largos los diez minutos de la sesión, pero seguía apretando, con los brazos al rojo, por si sonaba la flauta y conseguía rebañar una décimas más a aquella otra vuelta. Pero no pudo ser. Vinieron al rescate señalándole la salida y ahí acabó todo.

Ya no hay papelito de tiempos. Ahora te lo envían por email. Tampoco hay redecilla para el casco, sino que junto con el primer ticket te llevas, pagándolo, una especie de pasamontañas como el de los auténticos pilotos para cubrirte la cabeza. Se supone que lo tienes que guardar y llevar contigo si vuelves al circuito. En fin, novedades, algunos cambios para que nada cambie. A la de recepción le reconoció Michael Knight, siempre demasiado sincero, que se había ganado agujetas para una semana. Pero también le dijo, ojo, que había bajado de 33, y que la próxima vez vendría con amigos. Lo que dije al principio, totalmente trastornado.


3 comentarios:

  1. Benito trastorno el tuyo,
    Orgulloso debenny.
    You'll never walk Alone.

    KNIGHT ALIVE

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  2. Eso sí, la próxima vez, avisas y te mides con tus iguales...

    NO FEAR

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  3. Semana grande la tuya Miguelón, da gusto recuperarte.

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