MACHACAR EL CRONO
Llevaba una semana trastornado,
inquieto, más activo de lo habitual. Sensaciones olvidadas se abrían paso
entre las telarañas de la rutina, se sacudían el óxido del abandono, qué digo,
se encendían con los rescoldos de una Previa que no se había sabido reconocer
como lo que era, hasta que, una semana después, al pasar como tantas otras
veces junto al Circuito Indoor de Sevilla, asomaron la patita y le impulsaron a
dar un metafórico volantazo para entrar en el templo de la velocidad a darse un
desahogo. Michael Knight había vuelto.
Siete días antes, una
convocatoria sólo para charlar un rato, no para ir a la pista, se había
materializado en un emotivo re-encuentro de pilotos de núcleo duro. Abrieron la
senda los amarillos al completo, Cappi y Miguel-R; se unió poco después Javi Marcos,
el que nos ganaría a todos pero juró controlar su fuerza para no destruir el
mundo; llegó luego el azulón Mato, directo desde Madrid al parking de Paseo
Colón y sin pasar por chapa y pintura; y sacrificó un rato de valioso sueño el
muy necesitado Pedrós, del mítico equipo rojo-antes-rosa. El gran Trikartman se
quedó varado en Madrid muy a su pesar. Varias horas después, sobre las que sólo
diré que por fin hubo cierta sensación de vuelta a la normalidad, cada cual
volvió como pudo a su casilla de salida… pero no todos volvieron como habían
salido.
Tímidamente se acercó al
mostrador. Estaba vacío, pero había coches en pista, así que no había que
alarmarse. Al momento apareció para atenderle una señorita muy joven, con unos
ojos grandes y muy bonitos asomando por encima de la mascarilla. Caminando por
el afilado borde que separa el glamour de la veteranía del ridículo de la
vejez, el piloto mostró sus credenciales. Pero era inútil. El circuito había
cambiado de manos en su ausencia, y ningún rastro quedaba de sus andanzas. Pasó
de nuevo por el trámite del registro y se resignó a ser un anónimo más que no
tiene otra cosa mejor que hacer un viernes por la tarde que montarse en un coche
pequeñito para jugar a conducir rápido.
Otra vez le preguntarían si era la
primera vez que se montaba en un kart, otra vez le dirían que si tenía algún
problema en pista se quedara sentadito esperando la ayuda, otra vez todo el
protocolo… para los nuevos. Al alien que llevaba toda la semana creciendo
dentro de él le faltaba ya tiempo para salirse por el pecho, aferrarse al
volante y machacar el crono hasta que el ácido de su sangre disolviera la
máquina en un amasijo de cachitos de hierro y cromo. Me he pasado con la metáfora,
pero da igual, sigo adelante: Tuvo que esperar que terminara el turno que
estaba en pista, que era para verlos y echarse a llorar, y otro turno después
en el que un chaval, corriendo en solitario, se marcó unos tiempos que vamos,
efecto túnel sufriría cuando bajó de 39 segundos. “Record de la semana”,
apareció en el panel. Michael Knight se frotaba los ojos, ¿le ponían a huevo
destrozar por 5 segundos los mejores tiempos de la semana o era todo un espejismo?
Al de la pista se le veía torpe, muy mejorable, así que parecía lo primero.
Como un Jinete Pálido del karting, el extranjero desconocido en el que nadie
repara al principio, impartiría la justicia del crono...
Le llamaron a pista y le
asignaron el kart nº 4, el primero de la fila. Vió el bólido algo cambiado de
los Sodikart que él recordaba, pero se montó sin contemplaciones. Vaya, casi no
cabía, algo raro pasaba, pero p'alante. A la derecha, había otra fila con coches
como los de siempre. Ya me podían haber dado uno de esos, pensaba… Oyó voces a su
espalda, el operario le hacía señas, pero hasta que no se acercó del todo, no
pudo entenderlo. Que no era en ese 4, sino en el otro 4, el de la fila de la
derecha. La ostia, había un flamante Sodikart con el número 4 también el
primero, pero en la otra fila. Se había subido en uno para juveniles o vete a
saber. El forastero no empezaba con buen pie.
Ahora ya mucho mejor en un coche
de su medida, le dieron salida y no se dio ni media vuelta para calentar los
neumáticos, aunque sabe que en estas pistas hasta la quinta o sexta vuelta no
están para partir la pana. Como un fanático, apretó todo lo que pudo desde el
principio, arriesgando en cada frenada, en cada giro, y miraba el panel.
Finalmente vio tiempos de 33 segundos. Vueltas y más vueltas. Le pareció ver un
tiempo de 32 segundos, y siguió apretando. Le fallaron las fuerzas y un par de
veces se empotró de costado en el exterior de la curva a izquierdas que hay
tras la chicane, y en otra casi trompeó y acabó medio cruzado en la pista. Ya
se le hacían muy largos los diez minutos de la sesión, pero seguía apretando,
con los brazos al rojo, por si sonaba la flauta y conseguía rebañar una décimas
más a aquella otra vuelta. Pero no pudo ser. Vinieron al rescate señalándole la
salida y ahí acabó todo.
Ya no hay papelito de tiempos.
Ahora te lo envían por email. Tampoco hay redecilla para el casco, sino que
junto con el primer ticket te llevas, pagándolo, una especie de pasamontañas
como el de los auténticos pilotos para cubrirte la cabeza. Se supone que lo
tienes que guardar y llevar contigo si vuelves al circuito. En fin, novedades,
algunos cambios para que nada cambie. A la de recepción le reconoció Michael
Knight, siempre demasiado sincero, que se había ganado agujetas para una
semana. Pero también le dijo, ojo, que había bajado de 33, y que la próxima vez
vendría con amigos. Lo que dije al principio, totalmente trastornado.
Benito trastorno el tuyo,
ResponderEliminarOrgulloso debenny.
You'll never walk Alone.
KNIGHT ALIVE
Eso sí, la próxima vez, avisas y te mides con tus iguales...
ResponderEliminarNO FEAR
Semana grande la tuya Miguelón, da gusto recuperarte.
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